
«¿Dónde estoy? Me acabo de despertar y está todo oscuro. Aquí huele fatal y no se dónde está mi móvil para encender la linterna. ¡Joder! ¿Qué es esto tan viscoso? No puedo levantarme sin resbalar. Quizá poniéndome de rodillas… ¡Hostia! Es blandengue… Bfff espero que no sea esto lo que huele… No, ¡menos mal!. Por lo menos he podido levantarme, aunque no sé para qué, no veo nada y moverse aquí parece arriesgado. ¡Ay…!¿Con qué he tropezado? «mecagüentó» ¿Qué coño pasa aquí?».
—¡Eeeeeeh!, ¿hay alguien ahí? ¿Hola?
—Sssssh, no grites. No querrás que te oigan.
—¿Quien hay ahí? ¿Qué está pasando?
—Espera un poco, luego te cuento. Llevo despierto más tiempo que tú. Guarda silencio, por favor.
…
—¿Sigues despierta?
—Sí, ¿Qué ha pasado?
—No estoy seguro, también estoy confundido. Estábamos en el tren.
—No, yo estaba… No sé, recuerdo llegar al andén. Me iba a sentar… Pero ¿no llegué a hacerlo? ¡Joder! ¿Qué pasa?¿Estamos en el tren? ¿Por qué estamos a oscuras? Y ¿dónde están los demás?
—Te he visto sentarte al llegar al andén, luego llegó el tren, subiste y yo subí detrás de ti. El tren se puso en marcha, al entrar en el túnel paró. Es muy raro, he oído varias explosiones y luego gritos. Entraron unos hombres al vagón y… no recuerdo más.
—Pero, ¿cómo sabes que yo iba delante de ti? ¿Acaso puedes verme ahora? Yo no veo nada.
—Claro que te veo, hay luz suficiente para saber quién eres. Te veo todos los días, aunque tú ni sepas que existo. Hacemos el mismo trayecto.
—Lo siento por eso, pero no entiendo que puedas verme. ¿Hay alguien más aquí que siga dormido?
—Bueno… dormidos… no creo. Pero empiezo a pensar que si nosotros seguimos vivos es porque nos dieron por muertos. No, no te muevas, yo voy hacia ti. No vayas a tropezar, debes tener algo dañado en tus ojos. Esperaremos. Siéntate.
…
—Vamos, despierta. Tenemos que salir de aquí. Te quedaste dormida de nuevo y eso no puede ser buena señal. Tenemos que buscar ayuda.
—¿Quién eres? ¿Tienes algo que ver con esto? … ¡Dios mío! ¿Están todos muertos? ¡Oh, por favor, que esto sea una pesadilla. Quiero salir de aquí!
Ambulancias, policía, bomberos. Todas las sirenas se acercaban al unísono. Polvo. Humo. Sangre. Terror. Gritos. Llantos.
El tren, esta vez, había servido de altar para celebrar, cual ritual, múltiples sacrificios. No para servir a un dios, no, solo para imponer el fanatismo extremo.